sábado, 17 de octubre de 2009

13 Citas de Relatos de Poder

La confianza del guerrero no es la confianza del hombre corriente. El hombre corriente busca la certeza en los ojos del espectador y llama a eso confianza en si mismo. El guerrero busca la impecabilidad en sus propios ojos y llama a eso humildad.
El hombre corriente está enganchado a sus semejantes, mientras que el guerrero sólo está enganchado al infinito.

Para que un guerrero tenga éxito en cualquier empresa, el éxito debe llegar suavemente; con mucho esfuerzo, pero sin tensión ni obsesiones.

Es el diálogo interno lo que ata a la gente al mundo cotidiano. El mundo es de tal y cual manera sólo porque nos decimos nosotros mismos que es de tal y cual manera. El pasaje al mundo de los chamanes se abre cuando el guerrero ha aprendido a parar su diálogo interno.

Un guerrero acepta su suerte, sea cual sea, y la acepta con total humildad. Se acepta a sí mismo con humildad, tal como es; no como base para lamentarse, sino como un desafío vital.


La humildad del guerrero no es la humildad del mendigo. El guerrero no humilla la cabeza ante nadie y, al mismo tiempo, tampoco permite que nadie humille la cabeza ante él. El mendigo, en cambio, enseguida se arrodilla y se arrastra por los suelos ante cualquiera que considere más encumbrado, pero también exige que alguien aún más inferior haga lo mismo con él.

Siempre que el diálogo interno cesa, el mundo se desploma y afloran extraordinarias facetas nuestras, como si hubieran estado celosamente guardadas por nuestras palabras.

Los guerreros no ganan victorias golpeándose la cabeza contra los muros, sino rebasando los muros. Los guerreros saltan sobre los muros, no los derriban.

El hombre corriente piensa que entregarse a las dudas y a las tribulaciones es señal de sensibilidad, de espiritualidad. Lo cierto es que el hombre corriente no puede hallarse más lejos de ser sensible. Su diminuta razón se convierte, deliberadamente, en el monstruo o en el santo que imagina ser, aunque en realidad es demasiado minúscula para un molde de monstruo o de santo de ese tamaño.

Los seres humanos son perceptores, pero el mundo que perciben es una ilusión: una ilusión creada por la descripción que les contaron desde el momento mismo en que nacieron.
Así pues, el mundo que su razón quiere sostener es, en esencia, un mundo creado por una descripción que tiene reglas dogmáticas e inviolables, reglas que su razón aprende a aceptar y a defender.


Sólo como guerrero se puede soportar el camino del conocimiento. Un guerrero no puede quejarse ni lamentar nada. Su vida es un desafío interminable, y no hay modo de que los desafíos puedan ser buenos o malos. Los desafíos son simplemente desafíos.
La diferencia básica entre un hombre corriente y un guerrero es que para un guerrero todo es como un desafío, mientras que para un hombre corriente todo es como una bendición o una maldición.


Un guerrero, como maestro, debe enseñar ante todo la posibilidad de actuar sin creer y sin esperar recompensa; de actuar porque sí. Su éxito como maestro depende de lo bien y lo armoniosamente que guíe a sus pupilos en este aspecto específico.

El guerrero, como maestro, enseña tres técnicas a su pupilo para ayudarle a borrar su historia personal: perder la propia importancia personal, asumir la responsabilidad de los propios actos y utilizar a la muerte como consejera.

Un guerrero reconoce su dolor pero no se entrega a él. El guerrero que se adentra en lo desconocido no tiene el ánimo triste; por el contrario, está alegre porque se siente humilde ante su gran fortuna, porque confía en su espíritu impecable y, sobre todo, porque es plenamente consciente de su eficacia. La alegría de un guerrero le viene de haber aceptado su destino y de haber evaluado en verdad lo que tiene delante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buenas citas, aunque pareciera que sustituiste algunas palabras a tu entender ja...

Buen camino