Para un guerrero, el espíritu es abstracto sólo en el sentido de que lo conoce sin palabras, incluso sin pensamientos.
Es abstracto porque no puede concebir qué es el espíritu.
Y aun así, sin tener la menor oportunidad o deseo de comprenderlo, un guerrero maneja el espíritu.
Lo reconoce, lo llama, lo incita, se familiariza con él y lo expresa con sus actos.
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